Han pasado casi 14 años del terremoto del 2007. Ya en esa época tenía un temor razonablemente bajo a los temblores y terremotos o, cuando menos, la suficiente capacidad de mantener la calma durante su sacudida; hoy, a sólo unas horas de un nuevo temblor notablemente fuerte, me doy cuenta que soy aún más recio a dichas circunstancias.
5.8 y ahora 6.0, claramente esto está amañado. Hagan el temblor de nuevo.
Siempre he pensado que el miedo va de la mano con la inteligencia, en una escala directamente proporcional; mientras más inteligente, eres más cobarde, tu sentido de supervivencia está más desarrollado y probablemente tu mente es capaz de procesar múltiples variables de cada circunstancia permitiéndote detectar amenazas en todas ellas generando un temor lógico. Talvez el hecho de tener ahora incluso menos miedo durante los temblores implica que con los años me he vuelto más estúpido.
O talvez, sólo implica que la experiencia y los años vividos me han demostrado que un temblor, si bien terrorífico, es "sobrevivible" tomando las medidas adecuadas y reaccionando de forma correcta y mesurada. Quizás no sólo no me he vuelto más estúpido, sino que mi inteligencia prodigiosa se ha revestido de experiencia y con esto se revela un nuevo nivel de autocontrol. A lo mejor, es señal inequívoca que he alcanzado la madurez.
Oh sí, la madurez.
Aunque, muy probablemente, sólo sea que muy en el fondo de mi psiquis soy consciente de que hay cosas más aterradoras que un temblor en un país telúrico por naturaleza; siendo los temblores parte agitada de nuestra cotidianeidad, estamos preparados para su potencial destructivo; no así con amenazas de peligrosidad conocida pero magnitud desconocida. Eso hace temblar más que un temblor.
No hay que ir más lejos para hallar un ejemplo; y es que, sin duda, eventualmente, puedo tenerle miedo a un terremoto fuerte; pero mucho más miedo me da un gobierno de Pedro Castillo.
MaTT
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