El Escalofriante Vendedor y la Mujer de Rojo

En este momento estoy en la universidad, he retornado a este recinto del saber para mi curso de titulación, la última barrera que me falta para ser ingeniero después de terminar oficialmente la carrera y estoy aprovechando tiempo libre e internet gratis (simpática combinación).

Perdón por la pausa, acaba de llegar Kheren y la tuve que saludar.

No sé como empezar a contar esto ya que no tiene ninguna enseñanza, no tiene una trama definida ni nada por el estilo, son sólo una sucesión de cosas que me pasaron y que me interesa narrar.

Es todo muy simple, encontrábame yo en el micro (aquel al que tantas veces he vituperado), semi-dormido y agotado rumbo a la universidad para el mentado curso (que dicho sea de paso inicia en media hora), el carro avanzaba por la larga avenida Arequipa y yo acababa de despertarme de una breve siesta; noté sorprendido que una señorita vestida de rojo se encontraba a mi lado, la sorpresa fue doble si consideramos que la señorita estaba muy simpática, cómo tengo mi propia legión de fans (que no tienen nada que envidiarle a nadie)...

Perdón nuevamente, me llamaron por teléfono.

En fin, continúo, como tengo una tropa de mamacitas integrando mi club de fans, generalmente no pierdo la cabeza cuando veo una chica por la calle, así que no le di mayor importancia al precioso espécimen que tenía al lado.

Empezaba a dormir nuevamente cuando un vendedor (conocido ya por mí y aparentemente "casero" de aquella ruta) irrumpió en el bus, talvez alguno de ustedes lo ha visto, un señor de edad avanzada con una voz estridente provocada, quizás, por alguna enfermedad respiratoria, que se acerca a los pasajeros gritando bendiciones inentendibles y cargando un vetusto y aparentemente rotísimo paquete de caramelos; el tipo parece buena gente, incluso lo he visto darle caramelos a los niños, es totalmente inofensivo y suele causar pánico debido a su peculiar voz, no niego haber sentido escalofríos la primera vez que lo vi, pero con el paso del tiempo y luego de múltiples intervenciones en viajes míos le perdí todo temor.

Acá viene la parte buena, al igual que todos en el carro (excepto yo por las razones antes mencionadas), la hermosa chica se sobresaltó e instintivamente apretó su cartera, como buen héroe americano decidí calmarla.

MaTT (ofreciéndole mi propio asiento): Señorita, si desea puede sentarse de este lado.
La Chica de Rojo: No hay problema, muchas gracias...
MaTT: No se preocupe, no pasa nada.
La Chica de Rojo (visiblemente interesada): ¿Roba?
MaTT: No tema, es inofensivo.
La Chica de Rojo: Ah

Entonces, inspirada por la confianza que mi épica presencia y mi varonil voz le otorgaba, movió su cartera colocándola a mi lado y tomó suave y disimuladamente una parte de mi brazo.

Conforme el vendedor se acercaba ella se pegaba más, era una sensación turbadora pero agradable, el vendedor llegó, ofreció sus caramelos y con su agudísima voz carraspeó unas palabras "ya la señorita ha escondido su cartera", luego me ofreció el contenido de su dudoso paquete y al ver que no compraría nada continuó su camino bajándose en Aramburú.

Mientras el bus avanzaba le conté a la chica acerca de mis otros encuentros con el sujeto, incluyendo el detalle de que "le da caramelos a los niños", un rato después llegábamos a Plaza Vea que está casi a la altura de Angamos y esta bellísima anónima se bajó.

Entonces yo, heroico como siempre y apoyando el brazo en la ventana la vi irse, mientras observaba como esta hermosa desconocida se alejaba del bus pensaba "Caray MaTT, tienes que mandarte a hacer tarjetas".

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MaTT